"Era un día templado, pero aún así, compré un cono de helado. Me cobró la mitad del precio: era el último que vendía.
Y caminé feliz por la calle que llevaba al paradero. Hasta que, extrañado observe el cono. Algo anormal había en él…una moneda.
Me resigné, y lo comí. No tuve ánimos para reclamar
Me fui pensando que lo que se consigue a bajo precio no siempre es lo mejor y el eslogan de “las tres B” (“Bueno, Bonito y Barato”) no siempre se cumple.
Ahora sé que el dinero no crece en los árboles: crece en los conos de helados."
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